Todo tiene un principio y un final, incluso nuestra relación laboral con cierta empresa o proyecto, y por esto es importante reconocer las diferentes etapas, para identificar si nos encontramos en una fase buena, o si ya estamos en el momento oportuno de tomar otra dirección.
La luna de miel.
¿Empiezas nuevo trabajo en la quincena? ¡Bienvenido a esta fase! Todo parece perfecto, el jefe, el equipo, la empresa, el sueldo, en general, TODO cumple con tus expectativas. Te sientes emocionado por iniciar en la nueva empresa y claro, después de pasar los procesos de selección y por fin quedarse, es claro que todo parece miel sobre hojuelas.
El reality Check.
Llegan los primeros golpes de realidad. Y aunque todavía sigues enamorado del empleo que conseguiste, tienes un poco más de visión sobre el ambiente laboral y las tareas que se te piden. Tu perspectiva de la situación se vuelve un poco más abierta, pero te mantienes positivo sobre tu futuro en la compañía.
El aprendiz.
Inicia la curva de aprendizaje, es decir, ya pasaste el tiempo donde podías cometer “errores” porque eras el nuevo. Ahora tienes que dedicar más tiempo a tus actividades y por supuesto, tu productividad está al tope.
Zona de Confort.
Después de varios meses te encuentras en la fase de conocer al “derecho y al revés” las diferentes actividades de tu puesto de trabajo. Es la etapa más sencilla dentro de la relación laboral, sin embargo, si te acostumbras demasiado puedes entrar a la siguiente fase.
El valle de las dudas.
Esta etapa es la decisiva para la permanencia en el trabajo, llegan a tí ciertos cuestionamientos como: “¿Realmente es tu trabajo de tus sueños?, ¿Lo disfrutas? ¿Qué sigue?”. Es el momento perfecto para buscar un nuevo empleo.
Adiós motivación.
Si por ciertos factores decides continuar con el trabajo, llegarás a esta fase. Todo parece que está mal, todo lo que antes te parecía increíble y maravilloso, ahora simplemente, no lo soportas, desde el jefe, el equipo, la empresa, el sueldo, incluso tu productividad ha decaído.
Burnout.
Odias a todos y a todo. Es cuestión de tiempo para que te vayas o que te den las “gracias”. Evita llegar a este punto del ciclo de vida de tu trabajo.
Es preferible tomar decisiones a tiempo, que nos ayuden a mejorar nuestra relación con el trabajo a simplemente terminar odiando lo que hacemos.